Entrevista.21: “Lima solo debe temer a alcaldes y a temblores”
Gonzalo Torres, conductor del programa A la vuelta de la esquina, detiene un momento su andar para descifrar el enigma de Lima, la ciudad del eterno contraste.
Autor: Michael A. Zárate
Para querer a una ciudad, hay que mirarla con ojos de turista. Quizá sea esa la mayor lección que deja un programa como el de Gonzalo Torres, cuya capacidad de asombro lo haría saltar de su sillón así escuchara a Chabuca Granda y luego a Tongo. La ciudad de Lima cumple hoy 474 años y uno se pregunta qué le ha hecho el tiempo a su edad. Torres dice que Lima huele hoy a harina de pescado, jazmín, gasolina y pan salido del horno. En el olor… hermanos.Dígame,
¿Lima se ha vuelto nuestra pena-capital?
Sí, en algunos sentidos. Lima es, en ciertos momentos del día, nuestra pena-capital. Una ciudad en la que se muere un poco todos los días. Sin embargo, también puede ser una caja de sorpresas, un sitio de redención. Yo prefiero ver a Lima como un cúmulo de oportunidades. Lima necesita volverse una ciudad amigable nuevamente y lo está siendo en algunas zonas.
¿Qué zonas, por ejemplo?
Algunas áreas de la ribera del río Rímac. Hasta hace algunos años, la zona del Parque de la Muralla era intransitable. Era ir y salir desnudo o si no muerto. Otro lugar es la calle Cajamarca en Barranco.Con célebres fiestas de Año Nuevo.Y los carnavales también. Y eso es iniciativa del vecino. Eso se puede hacer.En estos cuatro años que lleva explorando rincones de Lima,
¿qué es lo que más le ha sorprendido?
Me sorprende encontrar historias en las calles, más allá de lo que uno pueda hallar en los libros. Me sorprende escuchar a la gente que cuenta la historia de su quinta, de su calle. Historia viva. Si bien Lima es un lugar donde uno todavía puede encontrarse a sí mismo, aún le falta articularse mucho más.
¿Qué tienen en común los mal llamados 'conos’ con los centros?
Es una Lima desarticulada.
¿A pesar de que un fenómeno cultural como la cumbia esté uniendo estratos socioeconómicos?
Siempre habrá esos puntos de contacto. Me gusta eso, pero en muchos casos se da solo a un nivel epidérmico. Al menos es algo. Un punto de partida. Quizás la cumbia nos ayude a entrar un poco más allá y descubrir que el corazón de Lima está más allá de Miraflores, San Isidro o, incluso, el centro.No hablemos, entonces, de un corazón de Lima. Hay más de uno.Sí, hay más de uno. Es un corazón amalgamado, como el de los milagritos de plata que se le dan al Señor de los Milagros, que son también ingeniería bizarra pura y chola.Lima se transforma con tanta velocidad que cualquier cosa que se diga de ella será siempre anticuada.
¿Qué cambio le ha llamado la atención?
El tráfico. El tráfico nos ha vinculado a lo malo de una ciudad moderna, y se hizo patente con los arreglos de calles por las dos cumbres. Pero ya terminaron y sigue habiendo tráfico. La cantidad de carros ha aumentado notablemente. Todavía tengo recuerdos de barrios en donde los carros pasaban una vez a las quinientas y tenías esa sensación de, de, de…… de suburbio.Sí, de suburbio y ahora no hay ningún rincón ni esquina donde no pase algún carro. Es un problema en sí, pero es también inevitable. Es algo que está presente no solo en Lima, sino en cualquier ciudad emergente moderna.
¿Qué historia viva le ha conmovido?
Me conmueve encontrarme cara a cara con el pasado. Por ejemplo, cuando vas al monasterio del Carmen a comprar esos limones rellenos de manjar blanco. Hablas con las monjas a través de una ventana de madera y ella te cuenta que está esperando que reviva el nogal del patio porque quiere hacer un dulce con una receta antiquísima. Siempre me emociona subir al cerro San Cristóbal y sentir que veo lo mismo que nuestros antepasados.
¿A pesar de que nuestro cielo 'panza de burro’ no permita ver la ciudad?
A pesar de eso, porque cuando uno sube al cerro San Cristóbal y ve con dirección al mar descubre que ese cielo 'panza de burro’ es, en realidad, smog. Esos son los cambios que tenemos que vivir por la 'modernidad’.Fíjese que por la extrema palidez de nuestro cielo, el escritor estadounidense Hermann Melville –autor de Moby Dick– creyó que Lima era la ciudad más triste del mundo.(Ríe) No la considero para nada triste. Lo bonito de esta ciudad es que está llena de contradicciones. A pesar de ese cielo 'panza de burro’, la gente se da el lujo de sonreír, y de ser calurosos y amables. Lima será gris en la medida en que sus habitantes lo sean.Una encuesta de la Universidad Católica indica que el 80% cree que Lima es bonita, pero, a la vez, insegura. Ese es el otro gran problema de la ciudad.Sí. Lima genera este tipo de violencia porque no hemos sabido articular la ciudad. Hemos dejado zonas de lado y que se haga allá la ley del oeste. Me da pena ver a unas cuadras del Centro de Lima, cruzando el Puente Trujillo, a un turista siendo abordado por un sereno del Rímac que le dice: 'Por favor, ya no venga más, regrese, este no es un lugar para usted’. ¡Y está a la espalda de la municipalidad!No es casualidad que esa parte del Rímac esté de espaldas a la Municipalidad de Lima. Es que, en verdad, le hemos dado la espalda.Exactamente.
¿Qué tenemos que hacer?
Ampliar la zona turística. No se trata solo de cinco cuadras a la redonda de la Plaza de Armas. Hay mucha más Lima por caminar y ver.Si gracias a Pancho Fierro supimos de la 'tapada’ o del pregonero,
¿quiénes serían hoy los personajes de Lima?
(Ríe) El tema con Pancho Fierro es que esos personajes se convirtieron en la utopía, en el cliché de la Lima colonial. ¡Ah, qué bonitas esas épocas!, dicen cuando miran atrás. Pero si queremos ver a esa Lima bullanguera y viva, pues veamos a los pocos que aún nos quedan: el afilador de cuchillos, el escobero, el raspadillero, la señora que barre tu vereda, el panadero con su corneta, el heladero. Lima está poblada por locos y autos BMW.Más allá del mito narcisista de 'La perla del Pacífico’ o 'Ciudad Jardín’,
¿qué requiere Lima para ser agradable?
Sin ánimo de dar pomposas recetas, yo diría que es tan simple como abrir los ojos y aprender a mirar. Uno responde a esa pregunta 'remirando’.Por ejemplo, ¿cuáles son los sitios más desperdiciados de Lima?Barrios Altos, la Quinta Heeren, Cajamarquilla, que es una ciudadela preínca en la Carretera Central. También el poco valle que nos queda: Lurín, que se está perdiendo por urbanizaciones y fábricas. Eso le da un respiro a la ciudad. Hagamos un cinturón de respiro y conservemos lo poco que queda.A diferencia de ciudades como Buenos Aires o México, que se exhiben con fastuosidad bien promocionada, Lima esconde lo mejor que tiene. Ahí está la Costa Verde. Somos una ciudad que le da la espalda al mar.El punto es que nos pongamos de acuerdo en qué queremos hacer con la Costa Verde. He escuchado opiniones contrarias unas de otras, pero, en realidad, ¿qué queremos hacer con la Costa Verde? ¿Queremos que sea verde?
¿Lo que haría usted primero con la Costa Verde es cambiarle el nombre?
(Ríe) No sé si cambiarle el nombre, pero se ha intentado miles de veces que sea verde. Muchos piensan que las playas de Lima son feas porque tienen la idea de playa paradisíaca. Pero cuando hablo con un turista, me habla maravillado de nuestra playa desértica, llena de arena y con el mar oscuro y frío. Ese sea quizá el atractivo: aprovechar lo que tenemos y no convertir lo que hay en una postal.
¿Cuáles son sus lugares favoritos?
Mi casa… No, mentira. Mi barrio.
¿Es usted de Miraflores?
En realidad soy de Magdalena, pero hace más de quince años estoy en Miraflores y me encanta pasear por todo Miraflores.O sea… usted vive por Magdalena, pero muere por Miraflores.Sí, y muero por Muss (su esposa) y no por Susana (ríe). La verdad, me encanta cualquier zona de Lima en la que se pueda caminar. Hoy estaba ensayando en un edificio frente al Parque Kennedy y me ponía a pensar que en cualquier otra parte del mundo, un edificio de ese nivel tendría mayor valor para vivienda. Saltando las diferencias, el Parque Kennedy podría ser nuestro Central Park cholo miraflorino.
¿Se animaría a decirme quiénes han sido limeños desastrosos?
Muchos. Anónimos. El limeño desastroso es el que destroza el inmobiliario urbano, el que te mete el carro. Pero personajes limeños miserables son también los temblores. Me parece que fue Porras quien dijo que a lo único que debería temer Lima es a los alcaldes y a los temblores.Fíjese que para limeños humildes, nadie como el poeta Martín Adán. Él dijo: “Lima tiene muy hermosos crepúsculos. Yo, por ejemplo”.(Ríe) Martín Adán es espectacular porque supo mirar su Barranco con otros ojos. Si uno ha caminado alguna vez por Barranco se dará cuenta de que lo que dice Adán no es delirante. Aún se puede disfrutar de un Barranco así.Aunque otro 'limeñista’ fue Ribeyro, para quien Lima olía siempre a beata de pañolón y a sacristán ventrudo y polvoriento.
¿A qué huele Lima?
Hmmm... Lima huele a una mezcla de harina de pescado, jazmín, gasolina y pan recién salido del horno. Esos olores siempre los tengo presente.